domingo, 11 de octubre de 2009

Komisch

Como podréis deducir, si es que no lo sabéis a ciencia cierta, que será lo más probable, “komisch” significa cómico/gracioso en alemán. Es el uso ordinario, pero, casi con la misma frecuencia, se utiliza para referirse a lo raro. Viendo lo falto que están de sentido del humor la asociación resulta inevitable.
Pero el palabro, que es como se dice “palabra” en germano, que significa “hermano”, nos da pie al título de la (casi con toda seguridad) primera de las entradas dedicadas a las curiosidades teutonas, esto es, sus cosas.
Muy destacable es el sentido del orden en general, tan presente en aceras, en las que no hay cacas a pesar de haber perros, que yo los he visto; como en transporte público; o clima, que sigue un estricto programa de cielo nublado, lluvia, clareado y vuelta a empezar.
Todo en cuanto queráis tomar parte ya ha sido previsto, regulado y revisado. Por ejemplo: cumplidos los 18 uno no tiene el derecho fundamental de vaguear hasta los 33 o cosa así. Llegada la mayoría de edad está uno abocado a trabajar o estudiar de manera regular y regulada.
Toda persona ha de constar en alguna parte. Yo, sin ir más lejos, amén de en vuestros corazones, me hallo inscrito desde hoy, sí, hoy sábado, en la Oficina de Inmigración, porque toda estancia de persona que no ostente la nacionalidad local superior a 2 semanas, ha de dar cuenta de su lugar de residencia, por lo que pueda pasar, más que nada.
Así, yo ya consto como residente en mi nuevo y ofensivamente flamante apartamento de 52 m2 , compuesto de habitación principal diáfana con dormitorio y sala de estar, baño, cocina y pasillo, todo ello para mí solito.
A la sazón se ha firmado un contrato de alquiler en el que constan todos los detalles del negocio, como que me han entregado las llaves, cuándo entro, posibles sanciones por el retraso en el pago, o la garantía expresa de intimidad.
Pues bien, con ese papelito sagrado he ido al Ayuntamiento y me he dado de alta en el registro. De no haberlo hecho podría haber tenido serios problemas a la hora de abandonar el país, y entonces no hay contrato que valga.
De la misma manera, los vagabundos, que tienen un quórum limitado, están registrados como tales, con el barrio al que pertenecen y el puente o parque que tienen como sede principal de sus actividades. ¿Hace algo la policía cuando los ve? Sí, pedirles la documentación, que la tienen, cotejar que todo está en orden y desearles un buen día. Ya veis que sentido del humor sí que tienen.
¿Qué si te gritan o se tambalean borrachos? Pues mira, hay de todo, pero, por lo general, son muy educados. Y esa es otra de las curiosidades: aquí los inmigrantes, no roban ni violan a nuestras mujeres. Tampoco les quitan trabajos tan cotizados como cajeros o reponedores. El otro día mismo le pregunté a un negro por una calle y me acompañó hasta ella sin pedirme luego propina ni nada.
Como la gente no te mira de arriba a abajo, aunque se entendería porque son muy altos y fornidos, ni te grita ni nada, a pesar de tener gafas, no he tenido que pelearme con nadie. ¿Podría ser una trampa? Podría ser.
Su buen gusto, que debe de poder adquirirse en el Lidl, les permite tener negocios cuquísimos sin clientela selecta por todas partes. De hecho, para las terrazas disponen de mantas preciosas para el personal. ¿Qué si es como las toallas en los hoteles, que se puede y se debe llevar a casa como recuerdo? Pues no, por eso es una curiosidad.
Otro de los puntos calientes es el de la comida. Yo no sé qué se han creído aquí, pero esto de que bienes de primera necesidad, y no tanto, estén al alcance de todo el mundo, pues no me parece. ¿Qué será lo próximo? ¿Trabajar para vivir?
En esto tendría que meter mano la policía, de la que creo que sólo dispone de un coche patrulla. ¿Que si conviven respetablemente con los Pacific Blue? Pues, de haberlos, estoy seguro de que sí, pero como no los hay… Eso sí, no debe confundirse una cosa con otra: la puesta en escena la tienen del todo cuidada. Sólo hay que ver que la cazadora oficial es de cuero negro, y no me refiero a la chupa de Maqui Navaja, no. Esta la firmaría Karl Lagerfeld y espérate que no lo haya hecho ya.
Ello, sumado a que los edificios son del s. XIX y están perfectamente cuidados, hace de vivir aquí algo parecido a hacerlo en un anuncio del Corte Inglés para la temporada otoño-invierno.
Puede que alguno se haya extrañado cuando ha leído lo de que están perfectamente cuidados y quiero arrojar luz y calma sobre ellos: cuando digo que están perfectamente cuidados se extiende a todos los edificios. ¿Y las obras? Pues claro que las hay, pero no todas a un tiempo, ni concatenadas, y, en cualquier caso, muy discretamente.
Ellos son así. Por lo visto no hacen falta contenedores de escombros ni tener barriga, pecho lobo descubierto con cadenita enredada en medio y cerveza en mano para acometer reformas. Increíble pero cierto.
Muestra de sus buenos modales es la predisposición legislativa, tan de buena voluntad que hiere la sensibilidad.
Esto se aprecia en cosas cotidianas, como que el transporte público es de acceso libre. Se presume que ya gozas de un billete o título habilitante, por lo que no se requiere control constante. De ahí que se pueda subir o bajar, incluso al autobús, por cualquiera de las puertas, y de ahí que no haya tornos y pueda comprarse el ticket en máquinas fuera y dentro de los vagones o pagándoselo al supervisor sin multa añadida.
¿Cuál es la consecuencia de la pillada? La vergüenza, la brutal y aplastante vergüenza que todo lo puede. ¿Qué más humillante que sentir la desaprobación del prójimo? Aquí es donde el ser humano muestra su lado más descarnado.
Entre eso, y que no hay pintadas y los trenes huelen bien, tener que coger la bici, elemento estrella y escarmiento de gimnasios, es tentador, pero no necesario. Con todo, uno puede viajar en transporte público con ella, aunque pagando un extra.
En el tema del ambiente he de aclarar que no sé cómo lo hacen, porque siendo uno como es humano, si me aflige el apretón, ¿dónde me vierto? Pues, por lo visto, en el baño o alguna otra institución, pero en el vagón, no.
El origen de todo ello puede estar en la ausencia de guetos. ¿Significa eso que hay marroquíes, negros, chinos y demás razas del todo respetables esparcidos y sin identificación expresa por toda la ciudad? Sí.
¿Y los gitanos? No hay gitanos. ¿Dónde están? ¿Trabajando? ¿En duchas espeziales? Me han dicho que no pregunte.
De la convivencia entre transeúntes, vehículos y bicicletas podría surgir más de un roce, pero, como ya intuiréis, no es así: las bicis tienen sus carriles y se atienen a las normas de circulación de los choches; los peatones disponen de un botón en cada semáforo, que no se estropea con la lluvia y que no tiene la batería al descubierto, que lo pone de inmediato en verde; y los coches van a velocidad moderada, a pesar de que tienen Mercedes y el capó soporta bien las embestidas.
En cuanto al tendido eléctrico es exactamente eso, pues las farolas cuelgan del cableado directamente sobre el centro de la vía. Esto, como supongo que convendréis conmigo, es un abuso para toda esa gente que vive del cobre, que no es tanta, dada la ausencia de gitanos.
Ahora, formados, están muy bien formados. De la cabeza a los pies se los ve saludables, tonificados y recios. Son fuertes ellos y ellas, y no tienen un pelo de tontos. Incluso los niños hablan alemán, y el inglés es lengua de apoyo para todo.
De nosotros, los españoles, opinan que somos un pueblo encantador, alegre y lleno de gente educada. De hecho, la mayoría querría vivir en España. No me digáis que no es curioso.
Como veis las diferencias son notorias, aunque, y puede que sólo sea por el legado de Godos y Tazos, las semejanzas no escasean. Y es por ello que acabamos con una relación de palabras fáciles de recordar y reproducir en vuestra próxima visita a tierras de habla germana:
1. Hallo – hola. Fijaos qué sofisticados: intercambian dos letras y ya tenemos una palabra completamente nueva.
2. Fein - fino.
3. Diskrät - discreto.
4. Gratis - gratis.
5. Information - información.
6. Salz - sal.
7. Problem - problema.
8. Papier - papel.
9. Telefonieren – telefonear.