Los días previos están siendo agotadores. Son muchos los preparativos: documentación universitaria, residencial, legal; equipaje; tarjetas de estudiante y sanidad; despedidas...
No hay tiempo para las emociones. Tan absorbido estoy por el momento, que no puedo reflexionar a cerca del cambio que, con toda seguridad, me supondrá.
Son muchos los que quedan momentaneamente atrás. No siento nostalgia, ni nervios, ni siquiera ansia. Todo parece formar parte de un estado de cosas cotidiano, en el que me encuentro especialmente a gusto. Y de ello me doy cuenta porque creo ser capaz de mantener esta rutina sin peligro. Ya el tiempo dirá si estaba en lo cierto.
También son muchas las expectativas puestas en el viaje. Sueño con llegar a un espacio seguro, en el que dar un gran paso en mi desarrollo personal. De hecho, no puedo evitar pensar que todo esto será determinante en mi vida, aunque, como todo lo es, me refiero a más significativamente.
Me aguardan pruebas de gran calibre, pues hay que tener en cuenta que viajo solo, y lo que me suceda y cómo lo lleve será sólo cosa mía.
Confío en que no pase nada de lo que no sea capaz de salir, y confío en adquirir las herramientas vitales en caso de que no sea así.
Como he dicho, el tiempo dirá.